Reflexiones dominicales embrutecidas.

domingo, 26 de junio de 2016

La unión del mal

Si no tuviera este desierto en la boca y esta presa desbordándome la próstata, no habría dios que me levantara este domingo. Anoche se nos fue de las manos… y es que cuando mis colegas y yo celebramos un ritual satánico, nunca sabemos cómo vamos a acabar, si sacrificando vírgenes o consumiendo ron sin marca ni medida. Sé que una ducha me quitaría parte de la resaca, pero me huelo los sobacos y el olor no es lo suficientemente potente como para no poder aguantar un día más. Además, el agua me estropearía las rastas y, la verdad, las tengo realmente bonitas hoy. Después de desechar el jabón, me voy a la cocina y desayuno un pequeño y delicioso bebé descongelado con un litro caliente de Skol para poder tomarme la pastilla de ibuprofeno. Tengo ganas de jugar en mí trono, pero el salario social que percibo por no trabajar no me da para comprar papel higiénico, por lo que me voy a defecar al Burger King de la esquina para así poder decir también que me cago en las grandes corporaciones. Al salir, los coloridos carteles me abren el hambre y me pido una hamburguesa, pues siendo las 6 de la tarde, ya es hora de que coma algo.

Tengo que ir al colegio electoral y espero que queden papeletas de mi partido, pues el voto que tenía preparado acabé usándolo anoche como papel de fumar en un tremendo canuto de fin de fiesta, pero antes me paso por la plaza de la Iglesia a tomarme un litro del Kiosco de Alberto con unos cuantos colegas de aquí y de allá. El infierno comienza a abrir sus puertas en el cielo a través del calor de este luciferino sol que proyecta maléficas sombras sobre nuestros rostros endemoniados. Quedan 5 minutos para que cierre el colegio electoral, por lo que apuro la botella y me voy a votar con mi maléfica sonrisa en la boca.

Creo que es hora de volver a descubrir que los reyes son los padres. O, más bien, empezar a poner los regalos nosotros, por eso voy a votar a…


Feliz domingo.

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