Un 15 de mayo explotamos y
salimos a la calle para gritar la impotencia que el sillón nos consumía.
Hicimos pancartas y asambleas y tomamos las plazas del centro de nuestras
ciudades para virarlas hacia la izquierda. Pusimos sobre la mesa el desolador
panorama que teníamos y el amargo futuro que divisábamos, algo que, desde las
alturas de las instituciones y tras las nubes parecía no vislumbrarse con claridad. Primero,
desde las buenas formas políticas, respetaron la indignación y reaccionarion con indiferencia creyendo que íbamos a cansarnos, pero de lo que
estábamos cansados era de ellos. Después, se les fue agotando la paciencia y
comenzaron a increparnos y a chulearnos para terminar provocándonos con prepotencia
a participar en su juego. Lo hicimos, nos organizamos y, aquello que no sirvió
para nada, ha acabado conquistando los ayuntamientos de las mayores ciudades de
España. Hemos entrado en el juego, pero hemos rechazado la suciedad de su
estilo y hemos optado por el joga bonito de mostrar nuestros dientes, más
concretamente las paletas de ilusión y esperanza que nos brillan en la sonrisa.
Y ahora que, con votos y pactos
políticos (tal y como ellos nos invitaron a hacer) hemos abandonado las calles
para meterlas en las instituciones, somos aun peores que antes. Si la
prepotencia les impulsó a desafiarnos, la derrota les ha hundido en la
resignación del mal perdedor. Aquellos que tan solo reclaman la
legitimidad de la democracia cuando ganan, ahora nos llaman radicales terroristas
bolivarianos. Ya que están, podrían referirse a nosotros también como satánicos
asesinos demoníacos, sádicos, violentos, sanguinarios y depravados. Y es que
ellos, ángeles y santos, dueños del cielo político patrio, están asustados ante
este asalto que intenta tomar su encumbrado reino celestial.
Por favor, no nos falléis. Por
favor, no nos fallemos.
Feliz domingo. (Hoy si)
No hay comentarios:
Publicar un comentario