Reflexiones dominicales embrutecidas.

domingo, 15 de marzo de 2015

La tienda de campaña electoral

Estamos a escasos siete días de que los andaluces y andaluzas seamos llamados a las urnas en lo que será la primera cita electoral de esta orgía que es 2015. Así pues, los candidatos verdes, blancos y verdes se han puesto manos a la obra en una intensa campaña electoral en la se han enfundado el mono de trabajo que más de moda está en España: el de comercial. La política de pre-elecciones es una enorme tienda llena de mentiras donde los candidatos intentan vender su producto a cambio de un puñado de votos que les garantice la no inscripción de su nombre en las extensas listas del paro.

Yo, como cliente de este comercio de votos, abogo por el consumo responsable, por analizar los productos antes de comprarlos, es decir, por observar el envase, voltearlo y buscar la letra pequeña que indica las calorías, grasas y fecha de caducidad para, después de la compra, no arrepentirme en casa de haber hecho una mala inversión (como otras tantas veces ha ocurrido).

Así, del abanico de opciones que me ofrece esta tienda de campaña electoral, desecho de primeras los productos de los pasillos que están más a la derecha, es decir, los que torpemente me venden los desconocidos Juan Manuel Moreno Bonilla del PP y Juan Marín de Ciudadanos. Esta decisión no es caprichosa ni impulsiva, sino que es el resultado de la total discrepancia entre mi pensamiento y el suyo: nuestros modelos difieren en su totalidad, tanto en el plano económico, como político, como social. Podría reflexionar durante horas de por qué sus "soluciones" no son, en mi opinión, las mejores para Andalucía, sino que más bien las considero todo lo contrario: un agravante para los profundos problemas de esta tierra obrera, jornalera y tremendamente desigual. Pero este es otro tema que en parte ya traté en mi alegato meridional y que quizás algún día vuelva a tratar...

Siguiendo el recorrido por este templo consumista, me paro en el enorme y ancho pasillo central cuyos productos, embellecidos por los medios de comunicación andaluces, contienen lo de siempre, pero con una nueva etiqueta: Susana Díaz, la comercial mayor del reino. Esta socialista lideresa andaluza es, tan sólo, una cara nueva. Nada más. No nos engañemos, porque por mucho que a ella le guste presumir de ser hija de fontaneros, es un producto más de lo que se está denominando como casta. La casta viene por parte de familia política, no por la sangre, y no olvidemos que fue papá Griñán el que, quizás movido por la negra sombra ERÉtica que empezaba a nublar su cielo, legó sus tierras y su cortijo a la preparada heredera que durante años el partido había estado criando. La trayectoria académica de Susana Díaz se extiende a diez años para licenciarse en Derecho y algún curso de relleno de contenido inútil (pero nombre molón), y no se le conoce trayectoria profesional más allá de la política. Eso es, para un servidor, la casta política, gente que ha ido saltando de las Juventudes al Ayuntamiento, del Ayuntamiento al Congreso, del Congreso al Parlamento y del Parlamento al Gobierno (o viceversa). Y aunque se llene la boca con el vocablo "renovación", sus palabras acaban asfixiadas por el pesado aire de un partido que se niega a cambiar. Las caras son nuevas, pero la estructura y el funcionamiento son los mismos de siempre. El PSOE sigue encerrado en sí mismo, sin primarias abiertas a simpatizantes, con destituciones y sustituciones a dedazos, tratando con bancos y empresas en vez de con organizaciones y colectivos sociales, y, lo más grave, con unas listas electorales donde siguen apareciendo corruptibles y corruptos a mansalva. Lo siento, señora Susana, el envoltorio de su producto es de un diseño artístico sin igual, pero sé que al abrirlo, encontraré el mismo contenido arcaico y ya podrido de los últimos 30 años y, viendo la Andalucía actual, no lo quiero. Gracias.

Continúo mi recorrido y avanzo hasta los pasillos de la izquierda, donde las estanterías aparecen algo más desordenadas, pero por cuyos productos confieso que siempre he tenido debilidad. Aquí me encuentro con Antonio Maíllo de IU, un intelectual que, por obligaciones contemporáneas, no le queda otra que trabajar de comercial. El comercio, sobre todo el político, es un arte oscuro de traviesas mañas y desleales jugarretas, un sitio donde los principios han desaparecido para dar paso al fin que justifica los medios. En esta cruel y despiadada zona de combate es normal que las personas doctas no acaben nunca de encajar. Además, Maíllo tiene por delante la difícil tarea de renovar un partido lleno de arrugas y cicatrices, y que, históricamente, ha discutido más consigo mismo que con los demás, algo que no considero malo, pero si complicado. Suerte, camarada.

Esta tierra hostil que es la política actual también le resulta extraña a la joven Teresa Rodríguez de Podemos, la cual, con su tono inocente y sus palabras agresivas, aguanta y resiste de manera muy digna el bombardeo mediático al que su partido está siendo sometido. Esta nueva sangre que se mueve con desparpajo e ilusión podrá sembrar muchas dudas, pero no deja de ser un soplo de aire fresco y una alegría para un servidor que ve cómo en esta majestuosa tienda de campaña electoral, se vende, por fin, algo del sentido común que nació en una coqueta tienda de campaña no electoral situada al calor del Sol en una plaza llena de gente.

Sé que existen más pasillos, pero mi recorrido acaba (de momento) aquí. Quiero aclarar que estas palabras, reflexivas y delatadoras, son el fruto de la opinión más personal. Todos habréis adivinado mis opciones preferidas, y, aunque no os voy a decir a quién votar, si que te quiero deciros que consumáis de manera responsable, libres y con criterio.


Feliz domingo.